miércoles, 17 de octubre de 2012

Almas en el Humo (5º Parte de 5) FINAL




No sabía cuanto tiempo había pasado desde que los muertos habían querido entrar, los oía con más fuerza a cada rato y eso la estaba debilitando.
No quería dormirse aunque su cuerpo se lo pedía, sus brazos le decían que suelte a la bebe, que la acueste a un lado suyo; que se relaje, que nada iba a pasar. Que simplemente cerrase los ojos y descansase un momento, tal vez, si se dormía, despertase después dándose cuenta que todo había sido un sueño, de los malos; pero de aquellos en los cual uno cuando se despierta solo queda la sensación de miedo, de terror, y que inmediatamente después se evapora de su mente como una gota olvidada al sol.
Y cuánto deseaba poder dormirse no más sea unos minutos, al menos un tiempo, el suficiente para renovar fuerzas. ¿Pero si se dormía para no despertar jamás?, ¿si el sueño la arrastraba al filo de la realidad, si la dejaba sola, si le arrancaba su bebe de los brazos?. Pero no era al sueño a quién temía en ese momento, no.
Le temía a Rogelio.
La miraba a ella y al segundo siguiente clavaba la vista a la bebe, a su hermosa Micaela; su niña de nueve meses.
Su marido estaba en silencio, con las piernas cruzadas, la boca entreabierta y los ojos fijos, casi sin pestañear. Estaba asustada, aterrada y con el brazo dormido de sujetar a su niña, pero no podía soltarla, lo sabía. Su Rogelio, ya no era suyo, sino, de alguien más.
Era de EL, de ELLOS.
–Nueve meses en el vientre –dijo su marido, una mosca cruzó de los labios hasta su frente pasando por el ojo abierto.
Primero creyó que las palabras vinieron desde afuera, que entraron por debajo de la puerta arrastradas por el viento de la noche, que vinieron de los muertos, de las almas en pena.
–Nueve meses con nosotros –continuó.
Afuera, los murmullos cesaron.
–¿Rogelio? –chistó su esposa con la voz apenas audible, quebrada por el miedo.
Las velas que habían encendido estaban prácticamente consumidas en el suelo, su hijo mayor dormía boca abajo, había tenido que mirarlo detenidamente un par de veces para cerciorarse que respiraba.
–¿Rogelio?, ¿estás bien?
Silencio, no se oía nada. Ni la noche, ni el viento, ni los pasos muertos y los balbuceos antes persistentes. Ni grillos, ni sapos.
Nada.
–Contestáme que te estoy hablando. No me asustes.
Su hijo se movió un poco, como si estuviese soñando; revolviéndose en plena pesadilla.
–Nueve meses es suficiente.
–Cortala Rogelio. Cortala de verdad, hablo enserio, me estás asustando.
Su hijo volvió a moverse.
Ya no es tuyo”, le dijo una voz interior.
Ya lo sabía, pero no quería darse por enterada. No, tenía que mantener las esperanzas. Rogelio era la mejor persona que conocía, con virtudes y defectos, como ella misma. No podía pensar que su marido intentase entregarles a Mica, no, nunca.
¿Pero, era su marido?, ¿era de ella?, ¿o estaba transformándose en lo que rodeaba la casa?.
Lentamente acomodó mejor a la bebe en su brazo derecho, apoyó la palma izquierda en el suelo e intentó levantarse. Se le habían dormido las piernas, sintió la electricidad correrle desde los muslos a la planta de los pies, como termitas pellizcando la piel, millones de ellas haciéndolo al mismo tiempo, corriendo por debajo del cuero frenéticamente. Corriendo y picando. Corriendo y mordiendo. Corriendo y rasgando.
–¿Juli? –llamó a su hijo. –Despertate mi amor. Dale, despertate. Ayudala a mamá.
El niño volvió a moverse, esta vez con más fuerza.
–¡¡¡Juli, despertate!!!
Su hijo dio un respingo quedando de lado, con la cabeza apoyada a su brazo como si fuese una almohada.
Contuvo un grito.
Su hijo tenía los ojos en blanco.
Fuera, sintió unos pasos subir las escaleras y acercarse a la puerta.
Vio la sombra proyectada por la luna entrar por debajo de ella, una sombra que se extendía más allá de lo que era posible, como una mano de brea vertida sobre las tablas.
–Nueve meses en el vientre, nueve meses con ustedes. Nueve meses es suficiente. –Cantó una voz, la voz de la sombra que entraba por debajo de la puerta.
Sus fuerzas ya no fueron suficientes para contener el llanto y lloró, lo hizo con ganas. Sacó potencia del miedo, de la adrenalina que le invadía la sangre y se incorporó. Una vez en pie, comenzó a retroceder, lo hizo hasta que su espalda chocó con la puerta de la cocina. Detrás de ella, sintió a los muertos moverse dentro, de un lado a otro, como si la hubiesen sentido. Unas uñas muertas rascaban la madera, parecían lobos que sienten el aroma del miedo, olisqueando y babeando, moviéndose mecidos por el aroma a muerte, inquietos.
La mano de brea se metió en la casa, subió por la pared cerca del teléfono y se clavó ahí, formando lentamente el contorno de un hombre con un sobrero alado, mezclando su lobreguez con la rugosidad de la madera barnizada. Como la fea imagen de una bruja de halloween, la nariz aguileña, el mentón pronunciado y la delgada línea gélida de una sonrisa macabra.
La sombra alargó su brazo negro y acarició la cabeza de Rogelio que seguía mirándola en silencio, con la vista clavada y sus ojos petrificados. Su hijo sentado a un lado con la vista en blanco, en silencio, ambos en un silencio pulcro e inconsciente.
–No te vas a llevar a mi hija, lo juro. –se defendió la mujer entre lágrimas, con la baba de la desesperación saliendo de sus labios.
–Si lo harás –sentencio la sombra de Bermejo. –De todas maneras, si no lo haces vos, lo harán ellos.
–¡¡¡Nunca!!!
–Esa palabra no existe de donde vengo. Eternidad es la palabra. Es la niña, o son ustedes.
Mónica cambió de lugar a la bebe que se despertó con el movimiento, ya no podía tenerla con el brazo dormido, no la sentía y necesitaba sentirla. Sabía que al despertarse lloraría, y eso quería, sentirla viva, en sus brazos.
–Me la van a quitar muerta –le gritó.
La mano que acariciaba la cabeza de su esposo se congeló, como si un caño de hidrógeno se hubiese roto sobre su brazo de brea.
Fuera, los muertos volvieron a su actividad, pero los murmullos guturales fueron casi gritos, como si se lamentasen en la noche, como las lloronas alquiladas para los velorios.
Dentro de la cocina el movimiento se intensificó, las manos golpeaban las paredes, las voces fueron aullidos revolcándose cuerpos con cuerpos. La puerta de entrada estalló bajo la fuerza de la pila humana, amontonados unos a otros entraron con sus pasos torpes y las manos extendidas buscando ciegamente el cuerpo de la mujer con la niña. Pasaron al lado de su marido e hijo, golpeándolos con los pies y piernas a su paso, pero ellos seguían inmóviles, como hipnotizados.
La mujer horrorizada corrió hacia la escalera con la niña llorando mares, gritando desde su garganta rojiza. Apartó con unos manotazos los cuerpos que se le abalanzaban mientras se obligaba a subir los escalones, a punto estuvo de caer y soltar a Micaela cuando una mano sosa la tomó por uno de los tobillos. Se apoyó con la mano libre y evitó la caída, llorando las dos, llegaron a la cima de la escalera. Miró hacia abajo y vio a los muertos intentar subir las escaleras, chocando entre ellos, cayendo escaleras abajo unos mientras los demás los pisaban para seguir camino, en búsqueda de su presa.
Arriba, desde su habitación, también venían los sonidos de la muerte, la extremidad exageradamente larga, esa que alcanza a cualquiera, esa que te descubre hasta en el más recóndito escondite.
No había salida.
No había escapatoria.
No había opción.
Buscó llorando, buscó desesperada.
Y lo encontró.
La única salida posible.
Junto a la puerta había un pedazo de madera que antes había sido una parte de la mesa del comedor, esa que Rogelio desarmó para tapiar la puerta. El trozo de madera tenía la forma de una estaca, era lo que necesitaba para terminar con todo.
La vida nueva por las vidas viejas”, resonó en su cabeza.
Desnudó a la niña tiernamente, esfumando los sonidos que la rodeaban, formando una cúpula entre ellas dos y las animas hambrientas.
Tomó el trozo de madera y besó tiernamente a la niña.
–Perdóname Padre, porque pecaré. –dijo Mónica.
Clavó el trozo de madera sin pensarlo mucho, quizá había sido cobarde, tanto como lo había sido Rogelio. Pero no podía siquiera imaginarse que harían con su niña, no quería.
Mientras la sangre brotaba y manchaba el piso con olor a cera, intentó darle un último beso a su Mica, pero las fuerzas la abandonaron y cayó a un lado de la niña que seguía llorando.
Lo había hecho bastante bien, se había clavado la estaca en el lugar preciso.
Abajo, la sombra gritó como si una mano inmensamente fuerte le hubiese apretado la garganta.
El chillido de un cuervo moribundo.
Mientras su visión se iba yendo, al igual que su vida, vio como todo se llenaba de una niebla blanquecina. Vio como los muertos que estaban a escasos metros de ella y su niña, recuperaban sus ojos, sus colores, sus almas.
Y la niebla se la llevó.


La plaza que estaba frente a la iglesia paso a tener el nombre de Mónica Peliquero, “La mujer que le devolvió la vida a Villa Libertad”, rezaba la plaqueta.
Solo eso.
Nadie más volvió a hablar de lo que había pasado.
Ni la pequeña Micaela, que solo una vez, cuando cumplió los 4 años, preguntó donde estaba su mamá.
–Esta en el cielo –le dijo Rogelio. –Rodeada de nubes de humo.

FIN



20 comentarios:

  1. Espero que alguno lo haya disfrutado, me he divertido mucho escribiendolo sobretodo porque nunca lo había hecho sobre una tema recurrente de terror como son los zombies.
    Saludos y aquellos que lo hayan leído... gracias.-
    :)

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  2. Menudo trabajo Walter!! La verdad es que me he angustiado bastante con todas esas imágenes que ibas describiendo tan bien, con ese asedio feroz de criaturas asquerosas y de espíritus malvados. Con el agobio sin salida de esa familia y cómo su lugar de residencia habitual, que imagino muy plácido, se transforma en un cementerio en movimiento. El protagonismo del fuerte hedor a carne podrida me parece interesante, creo que no es habitual hacer mención a eso normalmente. La leyenda, el giro que das al final, la fe ciega de la madre en que funcionará, su sacrificio... estupendo relato.

    Un abrazo!!

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    1. Gracias Zavala, la verdad que no fue mucho el trabajo, este relato salió con mucha facilidad (cosa que no me sucede habitualmente), en otro blog me criticaron el final por ser "piadoso". La verdad es que el final se escribe solo, yo no lo empujé a que sea tal.
      Abrazo grande amigo por tomarte el tiempo de leerlo por completo.

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  3. Muy buena historia, Walter! Lograste un ritmo frenético y sostenido. Me gustó mucho el mix que hiciste, porque jugaste de manera equilibrada con la brutalidad y con esa necesidad bien humana de pelear hasta el final. Aún inmolándose. Realmente una aventura muy lograda. Te dejo un abrazo y un pedido: Que se vengan muchas aventuras más! :)

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    1. Gracias Bee.
      Toda una aventura que lleguen hasta acá, perdón por los olores a los que los he sometido.
      Abrazo de gol (como dice un amigo mio).-
      :)

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  4. Te felicito, Walter, es buenísimo, digno de ser recopilado para un libro de relatos, en serio.

    El final me ha sorprendido, pero la mujer luchó como pudo y hasta dónde pudo.
    No había escapatoria real.

    Un abrazo

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    1. Vero, un placer tu comentario. Voy trabajando en una recopilación de cuentos así de largos con el nombre del Blog. Ojala se dé poder editarlo.
      Abrazos.-
      :)

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    2. Ojalá se de, Walter, ponle ganas!!!

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  5. Impresionante!! Que bien escrito! Hubiera sido muy fuerte que ella clavara el trozo de madera en la niña. Me encantó el final. Me imagino lo que disfrutaste escribiéndolo, y sobre todo de este tema.

    un abraXo!

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    1. Gracias Marilyn, mientras iba fluyendo la historia, la idea de que ella sacrificara a la niña cruzó por mi cabeza, pero el poder de Mónica, esa fuerza que solo tienen las madres me ganó la pulseada.
      Un abraXo para vos también.

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  6. ¡Fuerte el aplauso!
    Sin lugar a dudas, una gran historia.
    Con todos los condimentos de la temática zombi (como te comenté en la parte 4), más episodios repletos de suspenso muy bien llevados adelante, y el terror inundándolo todo, sentido en la piel de los protagonistas. Y a eso, agregarle toda la descripción de la locación propia del campo argentino, lo que lo hace todo mucho más real, más vívido.
    A mí el final me encantó. Mientras leía esta 5º parte, me preguntaba «¿cómo mi#rd@ (perdón por el exabrupto...) hará Walter para zafar del embrollo en que se metió con la bebé corriendo peligro». Y zafaste diez puntos.
    Te felicito.
    Ojalá veas algún día esa antología que contás publicada en papel. Ahí, quiero un ejemplar autografiado, sí o sí.
    Un gustazo, como siempre.
    ¡Saludos!

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    1. Juanito, ante todo muchisimas gracias como a todos los que comentaron el haberse tomado el inmeso trabajo de leer los 5 capítulos.
      Me pone bien que te hayas mimetizado con la "locación" y el exabrupto es bienvenido.
      Gracias por todas las palabras.
      Marchará uno firmado ;) si algún día sale a la luz.
      :)

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  7. Que no haria una madre por su hijo? Interesante relato. Feliz Viernes

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    1. Gracias Soledad, y pensar que hay madres que no deberían serlo.
      Buen viernes y mejor fin de semana

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  8. Muy bueno,felicidades por tu trabajo,son de esas historias que empiezas ha leer y no puedes paraporque estas pensando en que sucedera y te mantiene ahí,esas son las buenas!!Felicidades por tu blog y te animo a que las edites.
    http://kanito78.blogspot.com.es/

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    1. Gracias José María, tus palabras son el premio justo, ni más ni menos.
      Abrazo.
      :)

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  9. Espero poder arreglar pronto mi PC para poder dejarte algún comentario algo más valioso que este simple saludo.
    Un abrazo virtual desde España.

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    1. Carlos, espero que el arreglo sea pronto, no porque espere un comentario "más valioso", es que sé lo que es estar sin PC para alguien que escribe y lee.
      Abrazo desde Argentina.
      :)

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  10. Espero que no dejes de escribir! :)
    http://yonosoyunabarbiedeplastico.blogspot.com.es/

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    1. Si hay algo que nunca dejaré de hacer es escribir.
      Gracias Alejandra

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